Podemos imaginar al cuerpo como una orquesta: cada instrumento (músculo, articulación, hueso) tiene un papel. El movimiento no es solo desplazarse, sino saber mantenerse en armonía y equilibrio sin esfuerzo innecesario. En yoga, el movimiento incluye sostener una postura con presencia, fluidez y mínimo gasto de energía.
Existen diferentes tipos de articulaciones en nuestro cuerpo que permiten estos movimientos:
Como profesora de yoga, he aprendido que entender estas diferencias hace que guiar una postura no sea solo repetir una forma, sino saber adaptarla al cuerpo real de cada persona.
Los músculos son como el equipo de construcción del cuerpo. Cada uno tiene una tarea:
En una postura, estos roles cambian dependiendo de lo que haces. Si sabes quién está haciendo qué, puedes ajustar con conciencia. No es lo mismo apretar por apretar, que activar lo necesario.
Ser consciente de esto no solo evita lesiones, también permite entrar más profundamente en la postura y mantenerla con menos esfuerzo.
Imagina que tus músculos son como bandas elásticas inteligentes:
En cambio, el estiramiento es como soltar una cuerda de forma controlada:
Aprender estos conceptos te permite salir del “me estiro porque sí” y entender qué pasa dentro del cuerpo.
La fascia es como el traje que envuelve todo tu cuerpo por dentro: músculos, huesos, órganos. Es flexible, resistente y sensible. Cuando está tensa, es como si tu ropa interior estuviera mal puesta todo el día: afecta tu postura, tu movimiento y hasta tu respiración.
El yoga, con sus movimientos conscientes y su respiración profunda, actúa como un masaje interno que hidrata, libera y despierta esta red.
Muchos dolores o limitaciones que sentimos no están en el músculo, sino en la fascia. Prestarle atención puede transformar tu práctica.
Imagina tu cuerpo como un árbol:
En yoga, muchas posturas giran alrededor de esta relación. La columna vertebral es tu canal de energía (Sushumna Nadi), mientras que los brazos y piernas se convierten en extensiones de esa energía.
Saber esto me ha permitido construir posturas desde adentro, sin forzar las extremidades. Y enseñar esto a otras personas cambia completamente su conexión con el cuerpo.
Tu sistema nervioso es como el director de orquesta silencioso: decide si estás en “modo supervivencia” o en “modo regeneración”. El yoga, con su respiración y sus pausas, invita al cuerpo a pasar del estrés al descanso.
Si practicas yoga solo desde el esfuerzo, sin observar tu sistema nervioso, puedes aumentar el estrés sin querer. Cultivar la calma también es parte del trabajo físico.
La propiocepción es como tu GPS interno. Te permite saber dónde están tus pies sin mirar, o equilibrarte con los ojos cerrados. Está presente en tus músculos, ligamentos y articulaciones.
Con cada postura y cada respiración, el yoga entrena este sentido. Es como actualizar el software de tu cuerpo, para que reaccione mejor, se ajuste más rápido y evite lesiones.
Transmitir conciencia corporal no es repetir palabras técnicas, sino guiar a las personas a que entiendan como moverse y tener consciencia corporal.
Después de hacer varios cursos de yoga donde se incluía una buena base de anatomía, sentí que algo hizo clic. Comprender el cuerpo cambió mi manera de practicar, pero sobre todo mi forma de enseñar. No basta con guiar posturas bonitas: necesitamos saber qué pasa adentro, cómo se activa un músculo, qué tipo de articulación estamos usando, o si estamos forzando un patrón.
Formarse en anatomía y biomecánica no es solo una herramienta extra, es una forma de enseñar con responsabilidad, adaptando el yoga a cada cuerpo real y no al ideal que vemos en redes.
Si quieres profundizar en tu práctica o enseñar con conciencia, entender tu cuerpo es el primer paso. En Yoguipick, compartimos esta visión: hacer un yoga más informado, respetuoso y transformador.